domingo, 11 de enero de 2015

Cumpleaños feliz


Miércoles 10 de septiembre de 2008.
Era un día muy caluroso. El termómetro de la farmacia de mi barrio marcaba 35°C. Bonito día para comenzar una jornada tan especial y esperada. Mi primer día de Universidad.
Por un lado, sentía una inmensa alegría y muchísimas ganas de empezar esa nueva etapa que probablemente marcaría un antes y un después en mi vida; pero por otro lado, sentía cierto temor a lo nuevo. Sentía miedo al rechazo. Al mismo rechazo con el que me habían recibido mis compañeros, primero en el colegio y después en el instituto.
A pesar de estos sentimientos encontrados, decidí olvidarme de todo e intentar empezar de cero. Al fin y al cabo, siempre hay alguien dispuesto a ser tu amigo, aunque sólo sea una persona.
Dejé de darle tantas vueltas al asunto y busqué mi ropa más elegante y, por supuesto, de moda para estar guapa y poder causar una buena impresión a los que serían mis nuevos compañeros durante cuatro largos años.
Me agencié una carpeta, un taco de folios y un bolígrafo y salí de casa con paso decidido hacia la parada del autobús.
Cuando llegué al Campus busqué el aula en la que sería la presentación de mi carrera, "Ingeniería Informática".
Al entrar en élla, vi que aun no había llegado nadie, así que entré y me senté en la última fila. Pronto comenzaron a entrar todos. Parecían agradables, diferentes a mis compañeros del instituto y pensé que esta vez era mi oportunidad de tener muchos y buenos amigos. Pero por desgracia no fue así.
Rápidamente se hicieron grupitos y yo me volví a quedar sola, como de costumbre. No conseguía reunir el valor suficiente para acercarme a ellos y presentarme, darme a conocer. Pero igualmente ellos tampoco se molestaron en saber de mi.
Pronto empecé a oir cuchicheos y esas molestas miradas de reojo, y mi aventura de ir a la universidad se terminó convirtiendo también en una pesadilla.
Pasaban los días y la situación no mejoraba hasta que un día, pasadas tres semanas del comienzo del curso, se incorporó una chica nueva a la clase.
Se llamaba Luna. Era una chica un tanto escuálida y larguiducha, con aspecto enfermizo. Tampoco era muy agraciada, (ya teniamos un punto en común, pues yo tampoco me consideraba una belleza).
Puesto que todo el mundo tenía compañero de pupitre excepto yo, Luna se acercó tímidamente a mi mesa y me pidió permiso para sentarse a mi lado. Yo de muy buena gana sonreí y la invité a que tomara asiento.
Por suerte, comencé a forjar una bonita amistad con esta chica. Cada día que pasaba éramos más amigas y nos dábamos cuenta de que teníamos muchísimas cosas en común. Ahora las miradas furtivas de toda la clase estaban puestas en ambas. Éramos los bichos raros de la clase, pero pronto dejó de importarnos porque ya no estábamos solas. Nos teníamos la una a la otra.

Luna sentía una empatía enorme hacia mi. Entendía a la perfección cómo me sentía cuando me marginaban mis compañeros. Y yo he de decir que era la primera vez que empatizaba de esa manera con alguien, porque también me ponía en su piel y veía que ambas habíamos pasado por lo mismo. Por primera vez tenía una verdadera amiga y comenzaba a ser feliz.

Se acercaba mi cumpleaños, el 15 de octubre y Luna tenía preparado algo muy especial para mi.
Después de clase me citó para vernos en la biblioteca, y hacia allí me dirigí, llena de júbilo, nerviosa y con una intriga inmensa.
La localicé al fondo a la izquierda, como ella me había indicado en el post-it que me dejó en el pupitre. Me esperaba con su portátil abierto. Cuando llegué, tome asiento a su lado y ella comenzó a hablar:

- Miriam, en estos últimos meses has significado para mí más que cualquier persona. Te quiero, te estimo y, por ello, quiero darte las gracias por todo este tiempo mostrándote la puerta que nos llevará a la felicidad.

Después de este pequeño discurso la abracé y le apremié para que me mostrara lo que quería enseñarme. El corazón me latía tan fuerte que parecía que en cualquier momento se me iba a salir por la boca.

Presté mucha atención y ví cómo tecleaba una dirección a través de Google, "www.elarcoirisfeliz.com".
Entró en la página y me mostró, pasando por encima el puntero del ratón, un hipervínculo rojo llamado "arcoíris", acompañado en la parte superior con una ilustración del mismo.
Me preguntó si estaba preparada para abrirlo y descrubrir la sorpresa juntas y yo asentí enérgicamente.

Pinchó sobre dicho hipervínculo y de repente toda la biblioteca se llenó con los siete colores del arcoíris. Ella me agarró con fuerza de la mano y me susurró al oído:

- Bienvenida a mi mundo, Miriam. Este es el País de la Felicidad, donde tus desgracias se disiparán y tus alegrías crecerán.
En este lugar sólo existe el bien y las personas buenas, y tú llevas deseando esto desde que tienes uso de razón.
Ahora escúchame atentamente, pues te formularé una pregunta, y según la respuesta que des, elegirás tu destino.
Miriam, ¿quieres quedarte en el País de la felicidad para siempre conmigo?.
Esta es una dimensión paralela a la que vivimos, donde la vida es eterna y llena de felicidad. Si eliges seguir con tu vida, desapareceré para siempre y dejaré que continúes con tu rutina de constantes penurias y tristeza.
Tienes dos minutos para darme una respuesta.

Sin salir de mi asombro, noté que unas cálidas lágrimas brotaban de mis ojos e iban muriendo en las comisuras de mis labios. Realmente no veía otra salida. Luna me había enseñado lo que significaba la verdadera amistad, el amor, compartir secretos.... todo. Y de repente sentía miedo al pensar que todo eso podía desaparecer de repente, que se esfumaría todo con ella. 
No quería volver a la cruda realidad, a enfrentarme con las miradas, las risitas y los cuchicheos de mis compañeros. Volver a la eterna soledad, a la tristeza. A no encontrarle sentido a la vida.
No entendía lo que estaba sucediendo. Por qué un simple link de una página web había abierto una dimensión paralela en la que me encontraba con Luna. El País de la Felicidad lo llamaba. Y sí, ese parecía ser mi regalo de cumpleaños. Sin darle más vueltas, al ver la cara de impaciencia de mi amiga contesté:

- Sí, me quedo contigo en este lugar. Gracias a tí hoy soy feliz, y estoy dispuesta a dejarlo todo con tal de no volver a ser la chica marginada y triste que siempre he sido.

Luna se acercó lentamente a mí, y me dio un fuerte y prolongado abrazo. Las paredes se desvanecieron de repente, y me encontré en un misterioso lugar donde todo era blanco y se respiraba felicidad.


FIN


5 comentarios:

  1. Respuestas
    1. ahora si!!!!! jejejee por fin!! :)

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    2. hola peke he leído el segundo capitulo y solo tengo una palabra: Fascinante.

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  2. !!Me encanta tortuguita!!
    Es una fantástica historia, que seguro en alguna ocasión muchas/os hemos deseado poder estar con alguien querido en un lugar de ensueño.
    Te mereces ser feliz como en la historia.
    PD: me gustaría algún día poder hacer algo así por ti.

    Un abrazo. =)

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